viernes, 19 de febrero de 2010

¿LO QUE NOS ESPERA?

¿Qué nefasto poder tienen los dictadores para que los habitantes de un país acepten por tantos años estóicamente atropellos contra la libertad?
¿Cómo pueden ralentizar las mentes para que impongan sus retrógradas ideas en el imaginario académico de una Universidad?
¿Cuándo se dará cuenta el hombre que es esencialmente libre?
¿Qué pensamiento ronda en la mente de los cubanos para creer que lo que están viviendo es lo mejor?
¿En qué mundo viven?
¿Es que los cubanos, como Yoani Sánchez, son unas cosas raras, por pensar diferente?
Y mi pregunta mas atemorizante:
¿Es esto lo que estamos esperando que ocurra en Venezuela para reaccionar, cuando ya sea demasiado tarde y no podamos salir del abismo?

Esto está pasando en Cuba. Lo dice una cubana que vive allí. No son inventos. ¿O si?

Escuché cientos de veces que el espacio universitario –como un camposanto– no podía ser invadido por los demonios de la represión. Me imaginé que estos revoloteaban alrededor de la escalinata sin poder entrar a esa zona de letras y fórmulas matemáticas donde se resguardan los alumnos. Pero esa supuesta inmunidad sólo vivía en mis fantasías, pues la historia cubana muestra las sucesivas transgresiones que han sufrido las universidades de mi país. Ante la mirada de Palas Atenea, el castigo ideológico ha irrumpido infinidad de veces en esos recintos destinados al conocimiento y a la erudición.

Durante la primera mitad del siglo XX, varias protestas de estudiantes llegaron a exigir hasta la renuncia del presidente, evidenciando la fuerza social que emanaba de los pupitres. En los muros alrededor de la Colina, se observan aún las pintadas de la inconformidad juvenil que las posteriores purgas revolucionarias redujeron a la apatía. La Federación Estudiantil Universitaria ha dejado de ser aquel hervidero de ideas y acciones que más de una vez sacudió a la ciudad, para convertirse en una representación del poder ante los educandos. La organización perdió así todo su carácter rebelde y sus líderes ya no son electos por su carisma o popularidad sino por su confiabilidad política. El eslogan de “la universidad es para los revolucionarios” ha contribuido a imponer la máscara como el método más seguro de alcanzar un diploma.

En estos dos años, desde que Raúl Castro llegó al poder, las expulsiones por motivos ideológicos se han mantenido –con tendencia al alza– en los centros de altos estudios. Cuando a Sahily Navarro –hija de un prisionero de la Primavera Negra– se le impidió regresar a su aula, supe que la maltrecha liga estudiantil había pasado de la agonía a la necrosis. Pocos días después, la lápida del sectarismo cubrió los restos de la FEU al apartar a Marta Bravo de su formación como profesora por exigir reformas en el país. Los acordes del réquiem fueron compuestos por quienes separaron de la docencia a Darío Alejandro Paulino, después de abrir un grupo en Facebook para discutir cuestiones de la facultad de Comunicación Social. Con estos tristes sucesos, la federación –que una vez lideró Julio Antonio Mella– ha confirmado su deceso a manos de los endriagos del dogmatismo y la intolerancia, que hoy se pasean libremente por su campus universitario.

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Ingeniero Mecánico. Magister en Mantenimiento Industrial y Licenciado en Comunicación Social. Mención Desarrollo Social. Profesor Universitario de Pre y Post grado en Ingeniería