Siendo muy difícil apreciar donde termina el arte y principia la ciencia, si la inclinación de mi sobrino Fernando lo decide a aprender algún arte u oficio yo lo celebraría, pues abundan entre nosotros médicos y abogados, pero nos faltan buenos mecánicos y agricultores que son los que el país necesita para adelantar en prosperidad y bienestar. Simon Bolívar; Lima, 1825
miércoles, 10 de marzo de 2010
VIVIR LA CRISIS EN CARNE PROPIA
Una señora, que vive en sus años dorados, recordó con nostalgia sus tiempos de juventud, en el que las calles se iluminaban con románticos faroles, a través de los cuales emanaba una luz mortecina, que para la época representaba lo mas adelantado de la incipiente industria eléctrica, cuyos beneficios aun no habían llegado a los hogares donde las familias se reunían a la luz de velas colocadas estratégicamente a lo largo de la casa.
Esa remembranza le vino a la señora porque, en pleno siglo XXI contempla ambientes que la trasladan a esos tiempos que los jóvenes actuales sólo conocían de boca de sus abuelos.
Pero esos recuerdos se le convierten en tristeza al ver que nuestro país otrora avanzado tecnológicamente muestra un panorama desolador y atrasado por culpa de la ineptitud de gobiernos de turnos que no han sabido gerenciar la abundante energía que tiene el país, ocupándose de ideologías retrógradas que no solo nos están llevando a la bancarrota sino que ponen en peligro el desarrollo del país y desmejoran cada día mas nuestra ya maltratada calidad de vida.
La nostalgia de la señora luce insignificante ante los grandes peligros a que estamos sometidos los venezolanos, gracias al racionamiento eléctrico, los cuales podemos comentar porque lo hemos vivido en carne propia.
Es común que nos enfrentemos día a día con peligros latentes cuando de una manera inesperada el fluido eléctrico desaparece de los semáforos; ocasionando caos vehicular y situaciones potencialmente peligrosas que podrían eventualmente desencadenar accidentes de tránsito. Porque la mayoría de los cortes eléctricos están siendo programados en horas pico del día.
Y si lo anterior no es notable, no es menos cierto de que gran cantidad de personas y comercios que funcionan a esas horas del día permanecen sin producir, mientras el racionamiento eléctrico toma su curso.
Clases que se interrumpen en los diferentes centros educativos; transacciones bancarias y de otro tipo de servicios que se ven paralizadas, aires acondicionados que se detienen en áreas, que como los quirófanos y salas de espera de centros de salud, son imprescindibles y un largo etcétera cuya deuda con la productividad y bienestar del país no podrá nunca saldarse con el ahorro de energía eléctrica.
No hay duda de que la crisis energética que estamos viviendo los venezolanos es dolorosamente cierta. Pero las medidas que se están tomando para paliarla lucen peor, porque los daños que están ocasionando a la población venezolana son irreversibles. Las horas perdidas de trabajo, el deterioro de las condiciones de salud de las personas que dependen de sistemas alimentados por electricidad, el retraso en las transacciones comerciales, entre otras contingencias, jamás serán recobradas.
El gobierno actual está invirtiendo en la adquisición de sistemas eléctricos que no podrán funcionar a mediano plazo. También en el mantenimiento de estructuras que han estado en el abandono por mucho tiempo. Pero eso no los absuelve de la desidia con la que en estos últimos años han tratado los asuntos primordiales de la vida común del venezolano.
El tiempo se ha perdido en la implantación de ideologías obsoletas, viajes a otros países con el consiguiente costo para el bolsillo de los venezolanos, regalos a manos llenas a otros países en sectores en los que las carencias son notorias en el nuestro. Programas y habladurías por televisión, radio y prensa, consumiendo tiempo y recursos que podrían ser empleados para gobernar con criterios gerenciales. En fin, una infinidad de errores que han dado al traste con la tranquilidad del venezolano, que actualmente luce extremadamente lejana de aquella que la nostalgia hizo suspirar a nuestra dorada señora.
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Datos personales
- Fernando J. Rivas
- Ingeniero Mecánico. Magister en Mantenimiento Industrial y Licenciado en Comunicación Social. Mención Desarrollo Social. Profesor Universitario de Pre y Post grado en Ingeniería
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