Siendo muy difícil apreciar donde termina el arte y principia la ciencia, si la inclinación de mi sobrino Fernando lo decide a aprender algún arte u oficio yo lo celebraría, pues abundan entre nosotros médicos y abogados, pero nos faltan buenos mecánicos y agricultores que son los que el país necesita para adelantar en prosperidad y bienestar. Simon Bolívar; Lima, 1825
martes, 6 de julio de 2010
PARANOIA A BORDO
Subí al taxi para hacer una diligencia al centro de la ciudad. En el camino, como es de costumbre, subió un tipo con cara de todo, menos de enfermo e inmediatamente comenzó a soltar su bien pensado discurso. No sin antes sentir que, del susto, mi corazón parecía que iba a salirse por mi boca, al recordar una reciente conversación en la que se aludía a una experiencia similar en el que dos malandros subieron al taxi donde se trasladaba la protagonista del cuento y según cuenta, obligaron a todos los que ocupaban el taxi; todas ellas mujeres, por cierto, a que les dieran dinero en billetes mas no en monedas, en un tono por demás amenazador. De seguidas, todos tuvieron que desembolsar billetes, bajo la esquiva y temerosa mirada del chofer.
Toda esta escena la rememoraba mientras, el tipo que subió a mi taxi seguía con su discurso y mi desfallecimiento fue casi total al ver que a mitad de su palabrería, se levanta la franela, para mostrar un bulto que llevaba por debajo. La imagen del revólver que mi paranoia construyó se convirtió al mirar fijamente lo que mostraba el personaje en cuestión, en una bolsa plástica que según sé, recoge los restos de una colostomía que colgaba en uno de sus costados.
Los latidos del corazón no cesaron, y esta vez no porque estaba reaccionando al miedo sino a mi vergüenza por haber juzgado de mala manera al señor que pedía una colaboración para reunir dinero y costear el tratamiento que a estas alturas del cuento, me di cuenta que necesitaba para recobrar su salud.
Mi mente paranoica estuvo tan ocupada y asustada que vine a reaccionar favorablemente, cuando el señor se bajó del taxi con las manos casi vacías ya que supongo que no fui el único de todos los que lo ocupábamos, a quien no le dio tiempo de revisar si tenía algunas monedas excedentes y colaborar con la salud del señor que abordó intespectivamente hacía siglos el transporte colectivo que me dejó en mi lugar de destino y recordar, sacudiéndome, cuál era la diligencia que iba a hacer.
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Datos personales
- Fernando J. Rivas
- Ingeniero Mecánico. Magister en Mantenimiento Industrial y Licenciado en Comunicación Social. Mención Desarrollo Social. Profesor Universitario de Pre y Post grado en Ingeniería
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