sábado, 30 de abril de 2016

EL DIENTE FLOJO

Cuando estaba en mi segunda infancia, recuerdo que, como todos los niños, comencé a renovar mi dentadura. Eran tiempos de primaria. Yo no era el único. La mayoría de mis compañeritos de estudio y de juego, de un día para otro lucían sonrisas incompletas, no porque usaban media boca, sino porque aparecían los correspondientes espacios vacíos en su dentadura; que no podían ocultar porque eran precisamente los dientes delanteros los que faltaban.

Esos primeros dientes desprendidos obedecían a un proceso más o menos constante en cada uno de nosotros: Primero, comenzaban a doler; luego, se aflojaban y comenzaban a moverse. Y decíamos: “tengo un diente flojo” y más de las veces esos dientes finalmente, después de constantes movimientos, terminaban por caer.

La caída de esos dientes ocurría de varias maneras: Unas, se caían sin más ni más, otras veces; mientras comíamos nuestros helados, de repente nos damos cuenta de que ya no tenemos el diente flojo y si corríamos con la suerte de no habérnoslo tragado, lo conseguíamos incrustado en el helado. Y otras, cuando la caída no era inminente nuestras madres nos amarraban el diente en cuestión con hilo de coser y comenzaba a halarlo hasta que por fin, de un solo tirón se desprendía el diente rebelde y quedaba ahorcado en el hilo.

En ciertas ocasiones, por miedo, le decíamos a nuestra madre que nosotros mismos daríamos el tirón mortal para el diente y durábamos todo el día con el hilo en la boca sin atrevernos a dar ese dichoso tirón.

Mi madre al ver mi indecisión se acercaba a mí sigilosamente por detrás y sorprendiéndome, halaba bruscamente de mi brazo y le daba el fuerza suficiente para finalmente dar al traste con el diente flojo.

Luego de esos miedos e indecisiones, el diente flojo daría espacio para el diente permanente y decisivo que nos acompañaría, si lo cuidamos, toda la vida.

Y a todas estas se preguntarán ustedes ¿Por qué carrizo estoy contando esto?. Bueno; paso a explicarle mis razones de tal disertación: Observando y padeciendo lo que está pasando en el país, pienso que como yo cuando era niño, Venezuela tiene un diente flojo, producto de su mala calidad y que ya no le sirve para masticar la realidad que nos arropa. Ese diente flojo es su Gobierno. Está flojo y a punto de caer de tal suerte que los venezolanos estamos estudiando las formas de hacer que dicho diente flojo deje definitivamente las “encías” del país.




Los diputados de la oposición llegaron a la Asamblea Nacional con una innegable y abrumadora mayoría que el gobierno aún no ha asimilado o se está haciendo el loco para no asimilarlo. Por lo que han planteado los diversos mecanismos que nuestra Constitución ofrece para arrancar de raíz dicho diente y darle paso al diente sano y definitivo.

Todos conocemos cuales son esas estrategias constitucionales: La enmienda, la constituyente y el revocatorio que asemejan el hilo que tiene amarrado el diente para, de un tirón, extraerlo, para seguir con el símil.

En todo caso cual diente flojo, este gobierno debe cesar de una vez por todas sus funciones. Ya que corremos el riesgo de perder definitivamente la salud democrática de nuestro país. Queda de nosotros, los venezolanos, la responsabilidad de halar cualquiera de los hilos para hacer realidad esa caída; la del “Diente flojo”.


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