lunes, 24 de enero de 2011

PEDRO Y LA DEMOCRACIA

Pedro nació en el mes de Enero de 1911. Estaría cumpliendo este año 100 años, si las circunstancias de su vida hubiesen sido otras diferentes de las que lo llevaron a trascender a sus apenas 61 años.

Aunque a juzgar por sus vivencias, Pedro daba la impresión de haber vivido 120 años porque existió en una Venezuela signada por la miseria que agobiaba a sus habitantes de principios del siglo XX.

La vida le permitió a Pedro sortear muchas vicisitudes, entre muchas que lo marcaron fue la desaparición temprana de su esposa llevando en sus entrañas su primer y único hijo varón que, seguramente, iba a ser la adoración de sus primeras cuatro hermanas, cuya protección quedó desde aquel momento bajo la férrea mirada de su abnegado padre Pedro.

No era ajeno a la situación social y política que imperaba en la época, ya que, perteneciendo a un partido de la oposición durante la dictadura de Pérez Jiménez, Pedro fue torturado en la tristemente célebre “Seguridad Nacional”, por defender su derecho y el de su familia de ser libre.

Esa tortura dejó a Pedro hundido en el silencio infinito de sus pensamientos. Se comunicaba con sus semejantes con muy buen tono de voz; sin gritos, producto posiblemente de recordar los sonidos que habían desaparecido gracias a los cables de electricidad que los esbirros de aquella inhumana policía política colocaba en sus oídos para que delatara, si éxito, a sus compañeros de partido.

Pero los que se comunicaban con Pedro, lo hacían con señas y hablándole sin sonido, para que les “leyera” los labios.

Así transcurrió la vida de un personaje de a pié que dio su vida por la libertad de nuestro país y que en aquel 23 de Enero de 1958 salió a las calles a celebrar, viendo sólo caras felices, imaginando los sonidos que salían de sus gargantas gritando libertad, porque el dictador había caído y la Democracia vio la luz.

Pedro no pudo celebrar como hubiese querido; porque en su casa lo esperaban sus cuatro hijas, huérfanas de madre, quienes preocupadas no veían la hora en que su padre volviera para que se tomase su medicina, ya que además de los sonidos, Pedro estaba perdiendo la dulzura de la vida, que a la larga deterioró por completo su cuerpo cansado hasta el final de sus días.

Pedro se fue de este plano, dejando una Venezuela libre y de los venezolanos, pero a los 100 años de su nacimiento ya nadie lo recuerda, salvo sus familiares que tuvieron la dicha de conocerlo.

Deben haber muchos Pedros en nuestro país pidiendo desde donde están, que los recuerden y sigan su ejemplo, para que Venezuela vuelva hacia el rumbo donde ellos la dejaron cuando partieron a la vida eterna. Se lo debemos.

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